Hoy es el día del niño, y es una buena oportunidad para hablar sobre el niño que llevamos cada uno de nosotros, pero cuando miramos a lado vemos que también tenemos a nuestro cargo niños y que también hay que celebrarlos.
En nuestra sociedad hemos confundido esta celebración una vez más con consumismo. Las jugueterías se abarrotan para poder tener el juguete, la muñeca, el muñeco de acción, el último juego de mesa e inclusive el último dispositivo móvil que va a hacer inolvidable el día del niño para los niños. Pero sabemos que nos estamos engañando con tal afirmación.
Siendo honestos, hay que reconocer que los niños no van a despreciar un juguete que les gusta, pero si pusiéramos una balanza: el último artículo de moda para niños contra pasar todo de la tarde en un parque jugando con papá y mamá. ¿Qué creen que elegiría el niño o la niña? la respuesta es muy obvia .
Sin embargo a pesar de que como adultos tenemos la respuesta. Seguimos abarrotando las mismas jugueterías, seguimos abarrotando los mismos centros comerciales para dar el celular o tableta del año.
Entiendo hasta cierto punto el por qué los adultos queremos llenar de objetos a los niños. Y es por esa falsa idea de querer compensar lo que nosotros como niños en su momento no nos dieron o no tuvimos y queremos que nuestros hijos o los niños, «no padezcan ese sufrimiento» pero, seguimos con la misma mentalidad. Estamos fomentado estas cadenas infinitas de consumismo y culpabilidad cuando la respuesta, es más clara que el agua.
Había leído una frase en algún lugar que decía que el niño no recordará el juguete de último momento que le dieron sino que terminará recordando la experiencia que vivió. Así que te hago la misma pregunta ¿qué es más fácil de recordar, todas tus anécdotas de experiencias pasadas o la cantidad de objetos que has ido acumulando a lo largo del tiempo y que muchos de ellos de seguro ya están en la basura o que ni siquiera te acuerdas cuando o por qué los compraste?
Estoy segura que de que te acordarás cuando se te cayó tu diente, como celebraron tu cumpleaños, el último viaje que hiciste con tus primos o con tus papás en alguna playa o en la ciudad o esa anécdota graciosa del pariente que hizo el ridículo que todo el mundo lo recuerdo en cada reunión.
Esos son los momentos que realmente valen la pena; se quedan en nuestra memoria porque son significativos y porque más que nada, estuvieron presentes seres que nosotros amamos. Que mejor que los niños se acuerden de que estuvimos ahí presentes con ellos y no por ausentes.
Ayudemos a los más pequeños a valorar el tiempo, la compañía y la familia. A dar una resignificación a estas festividades.
Vale la pena que hagamos el esfuerzo por estar más en contacto con los niños que está sustituyendo nuestra presencia con cosas yo sé que es un reto pero ya sabe lo que se dice: » La práctica hace al maestro».