¿Dónde aprende el niño a jugar en forma cooperativa, mostrar empatía e interés por la gente y controlar su agresividad?¿Por qué algunos niños son serviciales y cooperativos y otros agresivos?¿Por qué a algunos les cuesta trabajo hacer amigos y conservarlos?

En la columna del día de hoy hablaremos precisamente de esa primer escuela que no elegimos, pero en la que nos tocó vivir y cómo precisamente esta primer incubadora afecta a largo plazo nuestra vida: La familia.

El ser humano es un ser social y debe aprender los patrones de la vida en sociedad: cómo iniciar una interacción social, cómo interesarse por los otros, cómo afirmar su personalidad, cómo controlar su temperamento; todas estas habilidades sociales se tienen que aprender antes de entrar a la vida escolar, porque llegado este momento, el aula es el campo de entrenamiento para que las practique y mejore.

Primero, vamos a definir el término compañero, es la persona de la misma edad o madurez, este término dista mucho del término amigo. Es aquí precisamente donde las relaciones con otros compañeros suelen ser más igualitarias y equilibradas que las relaciones con los padres y otros adultos. A cualquier padre de familia le preocupa (sin importar la edad que tenga su hijo) la influencia de los amigos o compañeros de sus hijos, llegando éstos a privar a los hijos de las relaciones con los compañeros.

Savin-Williams y Berndt, en 1990 realizaron una investigación y concluyeron que las niños privadas de relaciones mostraban poca autoestima, depresión, deficiente rendimiento escolar, cuando llegaban a adultos tenían mayor tendencia a presentar problemas mentales, inestabilidad conyugal y una vida laboral inestable.

Como padre de familia, se toma las decisiones que se creen que serán mejor para sus hijos, pero estas posturas tajantes, a largo plazo tienden a repercutir en relaciones o vínculos poco satisfactorios con los hijos, eventualmente terminarán rompiéndose de algún modo, incitando que el hijo sea vulnerable a la influencia de otros compañeros o amigos, aquí no aplica el famoso “Los opuestos se atraen”, tarde o tempranos, todos encontramos a nuestros iguales y terminamos formando grupos con otras personas que gustos a fines o problemas a fines.

Entendamos que los padres de familia, no vienen con manual, lo que hace difícil la tarea de educar en un mundo globalizado. Pero en la medida que como padres, tomen realmente su rol, sean flexibles, autocríticos, verdaderos canales de diálogo y lograr ese bendito punto medio entre ser permisivos y autoritarios, mejores relaciones podrán entablar sus hijos, tener relaciones positivas con sus compañeros mejora en los sentimientos de competencia, eficacia y autoestima.

El niño que eventualmente llegará a ser adulto aprende a tomar decisiones y a resolver conflictos sin la intervención de los adultos, generando una independencia, la cual llega a la autoestima. Se queda ahí para ir evolucionando en su metacognición.

Ser padre de familia es un doble trabajo, porque también tienen que ser los mejores maestros de su “casa” y escribo casa entre comillas porque es importante saber que su enseñanza trasciende su casa, llega a la sociedad, así que ahora es momento que asumamos el compromiso con la sociedad y sobre todo con los hijos, porque eventualmente son guías de paso, en algún momento los dejarán para que por sí mismos emprendan su camino. No es una tarea fácil, pero ya saben lo que dicen: “La práctica hace al maestro”.