Sería irresponsable de nuestra parte, por decir lo menos, basar toda nuestra concepción de la realidad en unas cuantas ideas matemáticas, en las teorías, las cuales, aunque muchas han pasado la prueba del tiempo y son confirmadas experimentalmente una y otra vez, no dejan de ser parciales en el entendimiento cabal del Universo.

El sueño de Einstein fue, precisamente, encontrar una ecuación que lo explicara todo. No hace falta decir que no lo logró, pero la especulación al respecto no ha hecho sino acrecentarse con el tiempo.

Las fuerzas que gobiernan el cosmos como lo entendemos son cuatro: las fuerzas eléctricas fuerte y débil, que cumplen funciones en el nivel cuántico y se encargan de la estabilidad de las partículas subatómicas; la fuerza electromagnética, con la que estamos sumamente familiarizados gracias a la tecnología, y que nos permite controlar el flujo de la energía en forma de electrones; y por último, la fuerza de gravedad, a la cual estamos habituados con cada paso que damos y mantiene el Universo a gran escala en su estado de impecable orden, si se sabe dónde mirar.

Las cuatro fuerzas mantienen ocultos sus secretos más íntimos, sin los que una ecuación que lo gobierne todo es básicamente imposible. No obstante se trabaja en ello.

La ecuación en cuestión sería la piedra angular de lo que se ha venido llamando la “teoría de la gran unificación”, pero ¿a qué se debe el nombre?

Resulta que las fuerzas eléctricas fuerte y débil y el electromagnetismo, funcionan perfectamente en el nivel cuántico así como en el nivel macroscópico. Pero no es el caso de la gravedad.

Nuestro entendimiento de la gravedad es bastante sofisticado, sí, desde Newton, que elaboró una sólida estructura teórica para su comprensión, desde los cuerpos en movimiento en una escala humana hasta cómo es que los planetas giran alrededor del sol y cómo es que la Luna no cae sobre la Tierra.

Luego vino Einstein, que llevó la gravedad al siguiente nivel al unificar el espacio y el tiempo en una sola entidad, el espacio-tiempo, cuyas propiedades son maleables y maleadas precisamente por las masas de los cuerpos celestes y la gravedad que llevan consigo. Dilataciones temporales, viajes en el tiempo, agujeros negros, el big bang. Todo ello fue descrito o derivado de la teoría de la relatividad, y tecnologías como el GPS no serían posibles sin ella.

No obstante, ni Newton ni Einstein imaginaron qué ocurría con la gravedad en lo microscópico. Estas teorías son excelentes diciéndonos cómo funciona el Universo en las escalas más grandes, pero se desploman si las llevamos al límite inferior. Que la gravedad no pueda ser descrita cuánticamente es lo que comúnmente se menciona como “clásico”, es decir, que es física que no concuerda con lo cuántico y sus excentricidades.

Si la gravedad permanece siendo clásica, jamás podrá congeniar con las otras tres fuerzas fundamentales y la teoría de la gran unificación no será posible. La Gran Unificación se refiere a que todas las fuerzas fundamentales puedan ser descritas y explicadas en una única teoría.

No obstante las dificultades los científicos lo intentan, y seguirán haciéndolo. Hoy hay candidatos serios para la teoría final, como lo puede ser la Teoría de Cuerdas, la Cosmología Cíclica Conforme o el Big Bounce (el gran rebote).

Desde universos múltiples, hasta dimensiones extra,  las implicaciones de estas teorías rebasan por mucho la realidad a la que estamos acostumbrados. Pero eso no significa que sean imposibles, la matemática lo permite y las maravillas podrían ser más fantásticas aún que lo que pueda imaginarse.

La ciencia ficción: cómics, literatura o cine, abundan en referencias que exploran las posibilidades de estos extraños modelos cosmológicos, y nos preparan para lo que venga, porque si hace cien años los agujeros negros eran una aberración de la Teoría de la Relatividad hoy son ciencia dura, ¿cuánto más falta para que descubramos la manera de viajar a través de ellos en el tiempo o hacia el multiverso?