Genius, la serie biográfica de National Geographic sobre Einstein está entrando en su recta final, y ha dejado en claro que el poder de percepción del físico más famoso de la historia tenía una única fuente: la imaginación.
Con experimentos mentales, que no eran más que preguntas que podría hacerse un niño, un gran niño, curioso e inquieto, de esos que ya no se ven mucho y por ahí habría que empezar a trabajar las reformas en la educación y no por necedades burocráticas, es que Einstein logró plantearse los profundos cuestionamientos sobre el Universo y la realidad que terminaron dando forma al trabajo de su vida y a nuestra forma actual de concebir el mundo.
Un genio de la vieja escuela, como Einstein, pareciera no ser posible ahora y no porque la humanidad ya no pueda escalar tan alto sino por el simple hecho de que nos han vendido la idea de que imaginar es una pérdida de tiempo y los padres, incluidos los míos, me mantenían en clases varias, de deportes y de idiomas, principalmente, para que “no estuviera en la casa sin hacer nada”. La creatividad sin tiempo libre no existe, y padeceremos esta orgía de ocupaciones eventualmente. Pero hay salidas.
Neil deGrasse, heredero de Carl Sagan en la entrega más reciente de la serie Cosmos, y que ha sido entrevistado recientemente respecto a su opinión acerca de películas de ciencia ficción, naturalmente, hizo énfasis en algo que quizás era tan obvio que a pocos se les hubiera ocurrido: la ciencia ficción debería ser material obligada en la docencia científica, y quizás en cualquier tipo de docencia, ya no hablando sólo de ciencia ficción sino de literatura y cine en general.
Específicamente deGrasse se refería a Interstellar (2014) de Christopher Nolan, peliculaza. Para no hacerles el cuento largo la historia va algo así: la humanidad falló en remediar los efectos del cambio climático y la Tierra se vuelve cada vez más inhóspita, se prepara una migración masiva, pero no se sabe a dónde, de pronto un agujero de gusano, un portal espacio-temporal, aparece en las inmediaciones de Saturno, y un grupo de científicos es enviado a investigar los mundos a los que este atajo conduce para saber cuál es el más propicio para recibir a la humanidad y salvarnos de la extinción.
Agujeros de Gusano, viajes espacio-temporales, exoplanetas, esta película lo tiene todo. Pero no es sólo la acción sino la ciencia real que está detrás del guión lo que la hace tan valiosa. Es ciencia dura, a la vanguardia de lo que se conoce y lo que se cree que podría pasar, claro, no hay certezas sobre mucho de lo que se muestra, pero en eso avanzan las investigaciones y por lo pronto, esa película podría haber deslumbrado a alguna persona lo suficiente como para dedicar su vida a la ciencia y quién sabe, quizás el próximo Einstein esté saliendo ahora de una sala de cine, con la cabeza llena de ideas fantásticas esperando por volverse realidad.