Los homicidios de celebridades y políticos son los que más polémica generan. Podemos mencionar nombres como John Lennon, Gianni Versace, John F. Kennedy y hasta Luis Donaldo Colosio.

Pero hay uno que se remonta siglos atrás, concretamente al 15 de marzo del año 44 A. C y es del que hablaremos hoy, pues el tercer mes del año avanza poco a poco, y hay que aprovechar la temporada.

“Los Idus de Marzo”, mejor conocido como El Asesinato de Julio César, uno de los más grandes líderes militares y políticos que ha brindado la historia de la humanidad.

Para los romanos de la antigüedad, Los Idus era una fecha sumamente especial. Se celebraban los días 13 de cada mes, salvo en mayo y julio, octubre y marzo, que se celebraba a Marte, el dios de la guerra. Se trataba de días de buenos augurios… pero para Julio César, no ocurriría así.

SU VIDA

Cayo Julio César nació el 13 de julio del año 100 A.C. y desde muy pequeño se le preparó de manera estricta para convertirse en un gobernante. A los 15 años fue introducido por su padre en la política. Demostró ser en extremo inteligente, fuerte… y orgulloso.

Cuenta Plutarco en “Vidas paralelas” que en su juventud fue secuestrado por piratas y estos pidieron diez monedas por su rescate, a lo que César respondió: “¿Tienen acaso idea de quién soy? Ustedes deben de pedir cincuenta”. Esta arrogancia, al paso de los años, le ganaría muchos enemigos, que terminarían matándolo.

Fue un político muy listo, que despreció los protocolos de Roma y se acercó a la clase baja, ganando aliados entre el pueblo. Poco a poco ganaba poder, pero a la par odio. Tenía excesos, como muchos gobernantes romanos.

Lo cierto fue que conquistó más que sus antecesores y fue toda una celebridad que hoy en día sería la delicia de los chismes en redes sociales pues anduvo con la legendaria Cleopatra.

Hizo de su frase “Veni, vidi, vici” (“vine, vi vencí”) un estilo de vida. Fue nombrado dictador y nadie en Roma tenía más poder que él. Fue entonces cuando sus conspiradores decidieron matarlo.

SU MUERTE

La noche del 14 de marzo del 44 a. C., la esposa de César, Calpurnia, tuvo un sueño premonitorio en el que su marido moría asesinado. De la misma forma muchos conocidos suyos se lo advirtieron con la frase “¡Cuídate de los idus de marzo!”

Orgulloso como era, despidió a sus guardaespaldas, porque no soportaba vivir con miedo y fue al Teatro de Pompeyo a reunirse con el Senado.

Tras la sesión, entre 50 y 60 miembros de esta representación se acercaron a pedirle favores. Fue entonces cuando Lucio Tilio Cimber le jaló de la toga, dejando su pecho descubierto. Esa era la señal para matarlo.

Fueron 23 puñaladas, una tras otra, pero solo la del tórax le despojó de la vida.

Quizá, más que los filos, lo que más le dolió a César fue que uno de los conspiradores era Bruto, su hijo adoptivo; “¿Tú también, Bruto, hijo mío?” dijo el dictador, frase que ha quedado plasmada en la historia y se usa para referir a la traición de un ser querido.

Antes de morir, Julio César se mantuvo fiel a su liderazgo. Alcanzó a herir a Bruto y taparse con su toga para dejar dicho al mundo que es posible morir con porte.