Rayar, lavar, deshebrar, adornar, son las actividades que Concepción Padilla realiza todos los días.

A sus 63 años, ha encontrado un nuevo oficio y labor, gracias a la apertura del taller de producción de calzado, en la comunidad de San Isidro, en el municipio de San Francisco del Rincón.

«Yo le estoy echando las ganas que son necesarias para hacer este trabajo. Estamos mi esposo y yo en este trabajo pero, yo fui la que empezó a venir desde el inicio del taller», expresó.

Este es el sexto taller creado gracias a la colaboración entre gobierno municipal, estatal y empresarios; en cada uno de ellos se ofrece trabajo formal a madres de familia, jóvenes, personas con capacidades diferentes y adultos mayores.

«Le dije a Lupe (coordinador del programa de talleres) «¿Si me admitirán?» y me dijo que sí. Ya voy a cumplir 64 años y no está fácil, mi viejo tiene más de 70 y anda muy quedito», señala Concepción.

Mientras trabaja, está concentrada, sus movimientos son lentos pero, no se detiene, poco a poco se va llenando la bolsa con los adornos finalizados, mientras se termina su material de trabajo.

«Nunca había trabajado y ahorita, gracias a dios, me estoy valiendo por mi misma para sacar un cinco para nosotros, para mantenernos», declaró con orgullo.

Sonríe mientras cuenta que ahora es capaz de ayudar a su esposo con el mantenimiento del hogar, ya que antes, él se dedicaba a hacer comales de barro pero, con el paso del tiempo, le era cada vez más difícil hacerlos.

«Él se sacrificaba mucho. Ahora entramos a las 9 y salimos a las 6, además del descanso pero, antes el se despertaba para trabajar desde las 4 de la mañana» explicó.

Concepción o doña Conchis, como le dicen algunas integrantes del taller, está feliz de desempeñar una actividad y apoyar a su esposo, lo reitera en varios momentos, además de resaltar que es poco probable que la contrataran en el area urbana, y aunque así fuera, sería muy pesado para ella trasladarse todos los días.

De acuerdo a personal de Desarrollo Económico y Turismo del municipio, los horarios en cada taller se adaptan a las necesidades de sus integrantes, así como la cantidad de trabajo, que se establece en metas semanales, mientras que las actividades a realizar son asignadas de manera personalizada.

Doña Conchis no es la única adulto mayor del taller, su marido, Macial Pacheco, y Don Juan, también realizan varias actividades.

«Yo hacía ollas, la mujer se vino… y luego a las 3 semanas de que empezaron, me vine, deje las ollas, y es que aunque sea poquito pero, seguro […] estoy a gusto aquí, sin andar madrugando», explicó.

Armado de unas tijeras, se mueve entre su estación de trabajo y aquellos lugares donde le hablan para que recoja, recorte y separe, ya sean piezas o excedentes.

Don Juan le sigue en la labor pero, también realiza otras actividades, las cuales hace con gusto, ya que puede seguir trabajando y sin cansarse tanto como antes.

«Me siento bien, tengo el trabajo al pie de la casa […] mi familia está contenta porque trabajo cerca y gano dinero pero antes no, no ganaba tanto y me tenía que ir al campo desde más temprano», explicó Juan Padilla, de 71 años.

Cada uno de ellos es capaz de trabajar, convivir y seguir aprendiendo, cada uno de ellos aún es capaz de valerse por si mismo y apoyar a otros, es por ellos que se expresan con felicidad al hecho de haber encontrado este espacio en el cual demostrarlo.