Hoy nos vamos a ir por las ramas. Suficiente por ahora hemos tenido de la física por la física y está bien, pero recuerdo escribir en la primera columna que el conocimiento es uno y siendo así, las disciplinas deben converger.

El artista holandés Maurits Cornelis Escher, nacido en 1898, legó al mundo una basta e impresionante obra de formas imposibles y mundos matemáticos desconcertantes con su técnica tan depurada de grabado.

Fractales, teselados, perspectivas inauditas y un profundo entendimiento del espacio es lo que nos muestra Escher en su fantástica obra, llena de un orden casi místico, sobrenatural, que favorece una visión extendida del mundo y de la ventana que es el plano, el lienzo, la imagen bidimensional carente de volumen, sin más allá que la superficie del papel o la madera o la pared. Pero ahí está la conciencia, la mente y el guiño, donde tantos vieron una muerte, un punto final, Escher vio materia en otros mundos: Escher, es un poeta de los números, la geometría y lo visual.

Además del gran trabajo técnico no puedo dejar de mencionar una lucha notable: la tendencia al equilibrio, el juego de las formas y el color, los contrarios que resuelven siempre una unidad conceptual del cuadro que le otorga su profundidad y su belleza.

No menos elocuente resulta el hecho, tantas otras veces observado, de la puntual interpretación que el arte hace del mundo y de la ciencia, algunas ocasiones de maneras visionarias: el Espíritu siempre se adelanta.

 OTRO MUNDO II; M. C. ESCHER (1947)

La obra de Escher puede dar pauta a una comprensión por la vía del arte de las teorías que afirman una concatenación de dimensiones que suman complejidad a nuestro ya de por sí complejo Universo.

Particularmente quisiera mencionar algo que parecerá una hipérbole pero que la matemática astrofísica y cuántica respaldan con cierta veracidad. Stephen Hawking subrayó en su libro El Universo en una Cáscara de Nuez una de las ideas más trascendentales sobre los agujeros negros. Lo trascendente de esto radica en la implicación que tendría en nuestra concepción del universo y de nosotros mismos como parte de éste.

Los agujeros negros se encuentran catalogados como singularidades espaciotemporales. Michio Kaku, físico, futurólogo, entre otras cosas, alguna vez comentó que esta palabra, singularidad, es una manera elegante que los físicos tienen para decir que no saben nada. La singularidad es un punto en el cuál una teoría deja de ser válida. La razón por la cual sucede esto puede ser desde que la teoría está incompleta en su estructura hasta que el fenómeno singular se rige por leyes superiores que ni siquiera hemos notado que existen y por nuestra incompetencia las calificamos como caos.

Volviendo al libro de Hawking, los agujeros negros han sido estudiados por la holografía, una rama de la física que, como su nombre lo indica, tiene que ver con los hologramas. Los hologramas, los que compran los niños, los que están en las tarjetas de crédito, sean los que sean, funcionan con el principio de reunir dos imágenes bidimensionales para formar una ilusoria imagen tridimensional. Ahora, ¿por qué son estudiados de esta forma los agujeros negros? La explicación es enorme, pero en resumidas cuentas los agujeros negros son superficies límite del espaciotiempo que, al devorar materia y extraviarla en sabrá el diablo dónde (una aparente violación a la ley de la conservación de la materia, uno de los pilares de la física, lo cual la derribaría), la transportan a:

  1. Otro lugar del cosmos expulsándolo a través de un (aún) hipotético agujero blanco;
  2. Lo transportan a otro (aún) hipotético universo, fungiendo como un Big Bang para esta ramificación de nuestro espaciotiempo;
  3. Lo transportan a otra (aún) hipotética dimensión.

Lo que sea que le ocurra a la materia no es del todo imposible, la matemática lo permite. Pero volviendo al agujero negro, Hawking cree que esta materia no puede desaparecer del todo de nuestro universo, queda un rastro de información de este lado del agujero, de hecho, sobre la superficie del agujero.

Es aquí donde entra la holografía. Supuestamente esta información codificada en la superficie de la singularidad es suficiente para poder reconstituir la materia extraviada, con lo que la ley de la conservación no es violada, así, los agujeros negros son hologramas: en sus superficies planas se codifican imágenes superdimensionales, Escher nos muestra lo mismo en sus grabados. Genio.

Pero vamos un poco más allá. Otro de los eternos debates sobre el universo, la vida y todo lo demás radica en la forma del universo: ¿plano, hiperboloide, esférico? Para lo que me interesa, que es perturbar, digamos que es esférico. De hecho Hawking en el libro ya citado cree bastante en esto.

Me ahorraré mayores detalles recomendándoles el libro.

Siendo esférico y suponiendo que vivimos en la superficie (imagen análoga a la superficie de nuestro planeta) cabe la pregunta de ¿qué hay adentro? La hipótesis resuelve esto sugiriendo que, como en los agujeros negros, nosotros somos información en la superficie de la tela del espacio-tiempo, vulgares sombras de tres dimensiones de una existencia pentadimensional, o superior, en el interior del Universo.

¿Pero para qué pensar en esto? Mejor seguir preocupándonos de tener limpio el auto.