A continuación presentamos el primer volumen de los cuadernos de divulgación histórica, realizados de manera mensual por el cronista de San Francisco del Rincón, J. Jesús Zamora Corona.

Presentación

Con los textos que integran este número, iniciamos una serie que denominamos “Cuadernos de divulgación histórica”, que contendrán textos breves que abarquen todos los aspectos de los más de cuatro siglos del devenir histórico de San Francisco del Rincón.

La finalidad es que estos cuadernos lleguen a manos del mayor número posible de francorrinconeses y de personas interesadas en conocer la rica veta histórica de San Francisco del Rincón.

En estos cuadernos no sólo abordaremos la historia de la cabecera municipal, sino que tendrán especial cabida las comunidades que integran el municipio, pues creemos que es importante que se conozcan su historia, sus costumbres, su medicina y comida tradicionales, etc.

Esperamos que el conocimiento de la historia de nuestro terruño nos haga querer más a esta porción del solar guanajuatense en el que tenemos la suerte de vivir.

J. Jesús Zamora Corona

Cronista de San Francisco del Rincón, Gto.

Septiembre, 2016

 

Asiento definitivo de San Francisco del Rincón

Es de sobra conocido que el Pueblo del Rincón, como se le denominó en sus inicios a San Francisco, fundado legalmente el 20 de enero de 1607, se asentó en un lugar situado entre el Ojo de Agua de la Hacienda de Santiago y el río de este nombre, con los consabidos peligros que ello implicaba.

En este sitio permanecieron los indígenas otomíes fundadores del pueblo, junto con sus familias, cerca de seis años, tiempo en que debieron sufrir anegaciones producidas por los desbordamientos del río, cercano a donde tenían sus casas y sembrados.

De la documentación que se dispone se desprende que en diciembre de 1612 los indígenas del pueblo del Rincón, “que está poblado junto a la Villa de los Lagos”, se trasladaron a la ciudad de Guadalajara, donde residía la Real Audiencia, y expusieron ante los señores presidente y oidores del tribunal neogallego:

“… que ellos están poblados junto a un río, y que este año el dicho río salió de madre y les llevó sus sementeras y parte de las casas del dicho pueblo, en que han recibido mucho daño…”

Para remediar su triste situación y que el evento no volviese a suceder, solicitaron al tribunal licencia para poder mudarse de dicho pueblo “un poco más arriba en una ladera”.

Los señores de la Real Audiencia dispusieron que el alcalde mayor de la Villa de Santa María de los Lagos oyera la petición de los indígenas y siendo conveniente, se diera la licencia para el traslado del pueblo.

Casi un año después de esta petición, el 23 de noviembre de 1613, el alcalde mayor de la Villa de los Lagos, don Juan de Bocanegra, se trasladó al pueblo de San Francisco, donde los indígenas le presentaron la resolución de la audiencia tapatía, disponiendo se levantase averiguación sobre el particular.

Ese mismo día compareció el primer testigo citado para el caso, don Pedro de Aranda, de 35 años de edad, alcalde ordinario de la Villa de San Sebastián de León, quien, después de ser debidamente juramentado en derecho, respondió:

“…que es cosa muy conveniente para la conservación de este pueblo que se mude de aquí a la parte y lugar a donde los naturales piden, porque en este lugar reciben notable daño y perjuicio cada año, porque como están junto a un río poblados, el dicho río sale de madre en tiempo de aguas, y entra por sus casas de manera que corren riesgo ellos y sus mujeres e hijos…”

El mismo día compareció ante el alcalde laguense don Martín Rodríguez, “de más de 35 años de edad”, alguacil ejecutor de esta jurisdicción, quien confirmó lo dicho por don Pedro de Aranda.

Una vez levantada esta averiguación, don Juan de Bocanegra dijo que en cumplimiento de lo mandado por la Audiencia neogallega, estaba presto de señalar el lugar a donde han de asentar el Pueblo del Rincón los naturales del mismo, para lo cual se procedió de esta forma:

“… estando dos tiros de arcabuz, poco más o menos, del pueblo de San Francisco del Rincón, en una ladera que está frontero hacia el camino que va a la Villa de los Lagos, a donde los dichos Gobernador y alcaldes y Alguacil Mayor y Regidor de dicho pueblo dijeron: que tiene tratado y ordenado de acrecentar el dicho pueblo y mudarlo de donde está, en virtud de la licencia que su Alteza, la Real Audiencia de este reino, les da, el dicho Alcalde Mayor les mandó que aquí muden el dicho pueblo, y tracen sus casas y solares con orden, dejando las calles concernientes, y lugar donde se haga la Iglesia y Plaza, según es orden en todas las poblaciones, y que sus casas y solares las hagan y edifiquen juntas y no tan divididas y apartadas como en el pueblo que al presente viven están…”

La disposición anterior se las dio a entender en la lengua mexicana el escribano Francisco Espinosa, ante los testigos,

bachiller Francisco Pérez Rubín, quien a la sazón era beneficiado de la Villa de Lagos, Pedro de Aranda y Martín Rodríguez.

De lo anterior se colige que en el primer asentamiento del Rincón las casas estaban desperdigadas, sin ningún orden, que no había lugar ni para Iglesia ni para Plaza, por lo que en el nuevo asentamiento debería de preverse todo lo necesario para el desarrollo urbanístico de San Francisco del Rincón. Es probable que la “lengua mexicana” que hablaban los indígenas rinconeses haya sido el náhuatl, que era la más utilizada, sin embargo de que los primitivos habitantes del Rincón eran de nación otomí solamente, y no tarasca, como erróneamente se menciona en algunas fuentes.

El 26 de noviembre del mismo año de 1613, ante el mismo don Juan de Bocanegra, alcalde de Lagos, comparecieron el gobernador don Juan López, el alcalde Francisco González, el regidor Bartolomé Santiago, Juan Tomás, alguacil mayor, y Miguel Hernández y don Marcos, vecinos todos de San Francisco del Rincón, quienes, temerosos de ser desposeídos de sus tierras una vez que se muden al nuevo asiento, pidieron se les adjudicasen “sin perjuicio del derecho que a ellas tenemos por la posesión y título que de ellas hemos tenido”; el alcalde mayor accede a este pedimento, ordenando que “ninguna persona, de ninguna calidad y condición que sean, sea osado a les impedir la labranza y beneficio de las dichas tierras”, imponiendo una multa de quinientos pesos, además de las penas establecidas en derecho.

Fue así como el pueblo indígena del Rincón se mudó de lugar, a donde actualmente se encuentra el centro –religioso, administrativo y social- de San Francisco, hace casi cuatro siglos.

San Francisco del Rincón en 1685

Un censo casi desconocido de San Francisco del Rincón es el levantado en el año de 1685, para conocer la población negra, mulatos libres y mestizos que habitaban en la vasta jurisdicción de la Alcaldía Mayor de León; igualmente este conteo serviría para saber quienes estaban sujetos al pago de tributo en los pueblos indígenas de la comprensión leonesa, que en ese año estaba al cargo del alcalde mayor Antonio de Cervantes Carvajal.

Antes de entrar en detalle de los francorrinconeses comprendidos en este censo, presentamos un resumen general de las comunidades siguientes, todas comprendidas en la región:

Coecillo: Tributarios 68 ½, viejos 13, mancebos y doncellas 28, niños menores de once años 143, total: 321.

San Miguel [de León]: Tributarios enteros 27 ½, viejos 4, mancebos y doncellas 20, niños 67, total: 156.

Nuestra Señora del Rincón: tributarios enteros 145 ½, viejos 23, mancebos y doncellas 48, niños 188, total: 550.

Pénjamo: Tributarios enteros 35 ½, viejos 3, mancebos 3, niños 46, total: 131.

Mulatos libres:

Tributarios enteros 169, ancianos 18, mancebos 65, niños 303, de todas edades 726.

Mestizos:

Casados 96, viudos 13, solteros 13, mozos 38, niños 221, de todas edades 469.

Indios laboríos de toda la jurisdicción:

Tributarios enteros 637, viejos 348, mancebos y doncellas 172, niños 923, de todas edades son 2,417 personas.

El 15 de octubre de 1685 dio principio la matrícula del pueblo de San Francisco del Rincón. La primera casa censada fue la de don Miguel Hernández, principal y cacique, de cuarenta años de edad; vivía con Francisca, su mujer, que era de 30 años, sin hijos.

En otra casa vivía Juan Francisco, que era alcalde del pueblo, de 50 años de edad.

Gabriel González en ese año fungía como regidor y era de 45 años de edad, tenía un hijo ciego de nacimiento, de ocho años.

A Bartolomé Rodríguez, de 40 años de edad, lo clasifican como cacique.

Don Diego Hernández, de 44 años de edad, ostentaba el cargo de gobernador; cuando se levantó el censo era soltero y vivía con su madre, hermanos y descendencia de éstos.

Juan Bartolomé, de 60 años, se desempeñaba como maestro de capilla (músico).

María, de 20 años de edad, ciega de nacimiento, vivía con sus padres Simón Martín e Isabel María.

En la casa de Martín Juan vivía Lucas Domínguez, de 70 años, impedido del pie y mano del lado derecho.

Solamente en una casa –la de Francisco Lorenzo, de 40 años- contaban con dos criadas doncellas: Francisca y Melchora, ambas de 20 años de edad.

La persona de mayor edad era Francisco Rodríguez, con 75 años a cuestas, casi contemporáneo de la fundación del pueblo de San Francisco, puesto que debió de haber nacido hacia el año de 1610.

En resumen, la población de San Francisco del Rincón en 1685 era la siguiente: Tributarios enteros 222 ½, viejos 45, mancebos y doncellas 70, niños y niñas de once años abajo 443; de todas edades 1,037 personas, y de éstas 263 residían en el barrio de San Miguel.

Este valioso documento –el primer censo de San Francisco de que se tenga noticia- proporciona noticias valiosas, por ejemplo: edades de todos sus habitantes, estado civil, número de hijos, aquellos con capacidades diferentes y la calidad de sus vecinos: principal, alcalde, regidor, cacique, maestro de capilla, etc.

Ya desde aquellos lejanos años se hacía perfectamente la distinción de quienes vivían en la traza urbana del pueblo y los residentes en el barrio de San Miguel; cabe señalar que no se mencionan otros barrios tradicionales francorrinconeses como El Llano o San Antonio –que también son antiguos.

Su traza urbana debió ser muy reducida, tal vez menor a lo que actualmente se considera el Centro Histórico, es decir, la zona comprendida entre el barrio de las Tierras Negras al norte, bulevares Josefa Ortiz de Domínguez al poniente y Emiliano Zapata al sur y la calle Allende al oriente.

Las autoridades locales del pueblo en el año del conteo eran: Juan Francisco, alcalde; Juan Sebastián, alguacil mayor; Gabriel González, regidor, y Miguel Hernández, principal.

Atanasio Guerrero, Benefactor y político francorrinconés

Se ignora mucho de la vida de este político y benefactor de San Francisco del Rincón. Debió de haber nacido al inicio del siglo XIX, probablemente antes de 1805, pues en 1822 se le ordena presentarse ante el Comandante Militar de León. Este dato nos hace suponer que formó parte de alguna fuerza paramilitar al finalizar la etapa colonial, durante la Revolución de Independencia.

Contrajo matrimonio con doña Sebastiana Ramírez y por lo menos tuvo dos hijos: Julián y Juan de Dios. Entre otros, fueron sus nietos María de Jesús, Atanasio, Gregorio, María Victoria y María Petra, todos de apellidos Guerrero Oliveros.

Julián Guerrero, hijo de don Atanasio, otorgó su testamento en León el 19 de agosto de 1861, y dice que se halla puesto en capilla por disposición del Supremo Gobierno “en virtud de haber capitaneado una fuerza contra sus instituciones”. Entre los bienes que poseía don Julián en San Francisco se encontraban: una casa situada en la calle Real de Lagos, hoy Juárez, con una mesa de billar, misma que fue comprada a Ana

María Rico; un ranchito situado por el barrio de Xichú, en la parte poniente de la ciudad; un pedazo de tierra situado en el barrio de San Miguel que le dio Ricardo López en pago de 18 pesos; un terreno en San Roque de Montes que le vendió Ignacio Torres; otra casa cuya ubicación no menciona, y la parte que le corresponde del terreno de la Hacienda de la Sarteneja, que recibió por herencia de sus padres.

El cronista don José María Murillo describe a don Atanasio Guerrero como un hombre “de carácter enérgico como su talla de atleta y nada transigente con otra cosa que no fuera el deber… oriundo de la inmediata hacienda de la Sarteneja, que administraba en propiedad…” Afirma también que era de ánimo varonil y harto religioso.

En el año de 1838 ocupó por primera vez el cargo del Alcalde Único Constitucional, empleo en el que sería reelecto varias ocasiones. Las principales acciones que se pueden rastrear, llevadas a cabo en este su primer periodo de gobierno, son las siguientes:

Afianzamiento de los 50 pesos de que se hicieron cargo a don Manuel Ignacio Rodríguez, en el tiempo que fue alcalde, sin duda su antecesor en el empleo. En el mismo año forma causa criminal contra el ex alcaide Ignacio de León; al ser éste destituido, don Atanasio nombró en su lugar a José María Becerra; éste pide se le conceda la cuarta parte del cobro de derechos de carcelaje. De este mismo año debe datarse el inicio de la construcción de la Casa de las Arrecogidas, es decir, una especie de prisión para mujeres. Igualmente en este 1838 nombró a don Manuel Barragán como tesorero de “propios” y encargado de las cuentas de cárcel, casas consistoriales, recogidas, etc., que se encontraban en plena construcción. Por este motivo solicita se consiga del Gobierno del Departamento la asignación de alguna cantidad para continuar con estos trabajos, dadas las penurias del erario local. Lo recaudado de febrero a junio de este año por concepto de carcelajes y multas se invirtió en la construcción de las “recogidas”.

En este mismo año circulaban en San Francisco y su jurisdicción más de dos mil pesos en cuartillas.

Don Atanasio, preocupado por la seguridad de su pueblo, presenta un presupuesto para la reparación de los fusiles, pidiendo su aprobación.

En el año de 1841 don Atanasio vuelve a ser electo autoridad francorrinconesa. En este año afirma que dará exacto cumplimiento a un oficio donde se le transcribe otro de Antonio López de Santa-Anna, general en jefe del Ejército Regenerador, sin duda relativo al asunto de diezmos, pues informa que en su juzgado no se han hecho escrituras de ventas de fundos ni otras fincas pertenecientes a religiosos.

El 26 de octubre de ese año don Atanasio prestó juramento a las Bases Constitucionales, aprobadas en Tacubaya por el Ejército Regenerador, que dieron fin al movimiento armado de Mariano Paredes y Arrillaga y Antonio López de Santa-Anna contra Anastasio Bustamante.

Igualmente se preocupó porque los establecimientos educativos estuvieran dotados de los útiles necesarios, solicitándolos al Ayuntamiento leonés. La escasez del erario local no permitía cubrir el sueldo del preceptor de la escuela de primeras letras de San Francisco; ante la falta de pago de sueldo, el preceptor Antonio Arcocha pide se nombre una persona que reciba el establecimiento a su cargo, por no poder atenderlo. Para este año de 1841 ya se da por concluida la obra de las Casas Consistoriales, es decir, un antecedente del Palacio Municipal.

Fue un hombre visionario, pues propuso la exención de impuestos al comercio para activar este giro, razón por la cual fue reprendido por las autoridades leonesas –de las que dependía San Francisco en esa época-, provocando la renuncia de don Atanasio a su cargo. Las consejas populares le atribuyen haber arraigado el comercio en esta población, mediante el

artificio de la conocida leyenda de la quema de las brujas, hecho no comprobado documentalmente.

Nuevamente en 1843 don Atanasio vuelve a ocupar el cargo de Alcalde Único Constitucional, pero probablemente por poco tiempo, pues surgieron problemas con el Ayuntamiento leonés, debido a la falta de comedimiento al dirigirse al Cuerpo Municipal, como lo reconoce el mismo don Atanasio; pero en un rasgo de orgullo, le dice que “pasa a la Superioridad a solicitar su absoluta separación para evitarle los desagrados y molestias a ese Ilustre Ayuntamiento”.

Para 1844 lo encontramos a cargo de la Hacienda de San Cristóbal.

Es probable que en 1848 haya servido nuevamente el empleo de Alcalde Municipal, pues solicita al Alcalde 1º de León la devolución de un exhorto; de no ostentar un cargo público creemos no tendría lugar esta comunicación.

En 1849 estaba construyendo unos bordos o estanques de agua en su Hacienda de la Sarteneja, y en este mismo año fueron mandadas hacer unas lanzas por don Atanasio, con lo que contribuyeron en aquella época los dragones; las lanzas no tenían astas y eran chicas, corrientes y de dos filos.

En 1850 nuevamente encontramos a don Atanasio desempeñándose como autoridad municipal y tal vez con algún otro cargo dentro de la milicia local, pues remite los ocho reemplazos asignados a San Francisco. En este año se desarrolló una epidemia de cólera y don Atanasio informó el número de enfermos y muertos por este mal.

En este mismo año nombró a Lucas Puentes como tesorero de “propios” de San Francisco por la muerte de Norberto Mena, quien desempeñaba este empleo.

En 1852 creó una milicia cívica llamados los yedras por lo raro de su uniforme, al frente de las cuales reclamó la devolución de los archivos francorrinconeses, sustraídos arbitrariamente por las autoridades de Purísima. Estas acciones y el hecho de haber arraigado el comercio en San Francisco, provocó el resentimiento de los de Purísima, al sofocar los primeros brotes de la chinaca en aquel lugar.

Don Atanasio fue aprehendido por Florentino Guerrero y conducido a Numarán, Michoacán, donde fue muerto y decapitado el día 2 de enero de 1854.

Don José María Murillo comenta así este suceso:

“Así murió el incomparable alcalde, fundador del comercio local e iniciador de la autonomía territorial. En su casa que ya en la actualidad aparece restaurada por la calle que lleva su nombre, debería aparecer un monumento que resistiera al tiempo y respondiera más a la heráldica”. Se infiere de lo anterior, que su casa estuvo ubicada en la hoy calle Francisco Orozco Muñoz, lado sur del templo parroquial.

En 1855 Miguel María Echeagaray puso en libertad a Antonio Murillo, José María Martínez, Gabino Trujillo, Luciano Ramírez, Sacramento Ríos, Rosalino Chávez, Pedro Felipe y Antonio Montes, quienes se hallaban presos en la ciudad de Guanajuato por haber sido comprendidos en la causa que se instruye en averiguación de los actores de la muerte de don Atanasio Guerrero, Comandante de los pueblos del Rincón.

[Fuentes: Archivo Histórico Municipal de León, El Rincón de mis Recuerdos, San Francisco del Rincón. El 3er. Centenario de su Fundación, Reloj de Sol Núm. 6, junio