El sacerdote Felipe Rodríguez Narváez falleció a los 91 años de edad por complicaciones relacionadas a los múltiples padecimientos que tuvo en los últimos años de su vida.

Con una serie de claroscuros, que no deben ser omitidos u olvidados, la vida del presbítero deja una marca en la creación y conformación del San Francisco del Rincón moderno que no podrá ser borrada.

De acuerdo al testimonio de las personas que le acompañaron en sus últimos momentos, falleció mientras era atendido en la policlínica.

El templo de la Inmaculada Concepción, desde el cual ejerció el ministerio sacerdotal por más de medio siglo, estará abierto a partir de las 7:30 de la mañana y su misa de funeral a las 4:30 de la tarde.

Autoridades de San Francisco del Rincón realizarán revisiones y apoyarán en lo necesario para que se respeten las medidas sanitarias por parte de los ciudadanos que deseen despedirse.

 

Toda una vida dedicada al sacerdocio y a la formación de jóvenes

Quien escribe estas líneas tuvo la oportunidad de realizar un breve texto sobre la vida del sacerdote, en conmemoración de su cumpleaños 78, a continuación les presento una versión actualizada del mismo.

Toda una vida dedicada al sacerdocio y a la formación de jóvenes, es la del Padre Felipe Rodríguez Narváez.

El último capellán del templo de la Inmaculada Concepción, nació en la ciudad de San Luis de la Paz, un miércoles 1 de mayo de 1929, sus padres fueron María Luisa Narváez Rangel y Juan Rodríguez González, tuvo 11 hermanos: María Luisa, Juan, Felipe, José, Miguel, Martín, Teresa, José de la Luz, Eduardo y Jesús, de los cuales el fue el tercero.

Desde su infancia mostró tener grandes dotes destacando, de acuerdo al testimonio de sus familiares, en las virtudes de la obediencia, voluntad, rectitud y un profundo intelecto; llegando a cursar tres grados académicos en tan solo un año.

En el oficio de su familia, el cual era la fabricación de diversos productos textiles, producía piezas elaboradas y de un exquisito detalle.

Incluso ganó varios concursos de cateco, siendo su obra más recordada y apreciada, aquella en la que representaba a la Virgen de Guadalupe.

Fue durante su transición entre la infancia y adolescencia, cuando su hogar fue conectado a la red de energía eléctrica; hecho aprovechado para la instalación de maquinaria moderna que facilitara el trabajo de todos.

De acuerdo al relato de sus familiares, las labores tomaron todo un día, y durante la noche, Felipe fue uno de los encargados de encenderla y verificar su funcionamiento.

Ya echada a andar, descubrió un trozo de lana pegada en los cilindros de la maquinaria y trato de quitarlo pero, sorpresivamente, los cilindros de esta salieron volando y atraparon su mano.

A pesar del dolor, se mantuvo consciente, localizó el interruptor y apago la máquina, antes de deshacerse en disculpas con su familia.

Estos se encontraban entre impresionados y asustados pero, actuaron rápidamente. Debido al daño recibido, junto con las técnicas y el equipo disponible en la época, su dedo índice fue amputado.

Cualquiera diría que esto fue un hecho de lo más desafortunado e incluso un mal presagio pero, en palabras de su hermano “dicho acontecimiento era el nacimiento de una vocación sacerdotal”, llevándole a manifestar a sus padres y al señor cura su deseo de ir al seminario, consiguiendo el permiso y el apoyo de ambas partes.

Ya en el seminario continuó destacando por las virtudes y cualidades que poseía desde su infancia, atrayendo la simpatía de sus maestros y compañeros seminaristas.

Pasaron varios años hasta el día de su ordenación y de su cantamisa, siendo esta en su ciudad natal, a la cual asistieron familiares, amigos, conocidos y población en general, «como queriendo mostrar su afecto a aquella persona que había salido de entre ellos y que ahora volvía ungido con el sacramento del sacerdocio».

Comenzó su ministerio en San Felipe, Guanajuato, donde permaneció aproximadamente dos años, siendo después enviado un tiempo a su propia ciudad, desde donde fue enviado a la Sierra.

 

Llegada a San Francisco del Rincón

Fue en el año de 1966 cuando se le asignó que viniera a San Francisco del Rincón para que fuese capellán del templo de la Inmaculada Concepción y que se encargara temporalmente de las iglesias del Santuarito y San Antonio.

También se le encargó que fuese formador y apoyo de los alumnos del colegio que se encontraba anexo al templo del cual era capellán.

Al conocer la labor del Padre Juárez, tanto en el ramo educativo como religioso se decidió a continuarla, fomentando de esta manera la tradición de las Iluminaciones y manteniéndola vigente hasta nuestros días.

Por otra parte, trabajó en la incorporación de la escuela a la SEP, dónde junto a la directora y maestra Martha Vera Calderón, atravesó varias dificultades.

Siendo la más jocosa, aquel requisito impuesto por la Secretaría, donde las escuelas debían tener el nombre de un héroe patrio, por lo que el sacerdote comentó que la escuela se llamaría en honor a “José María Morelos y Pavón” y “Benito Juárez”.

En el ámbito social de San Francisco del Rincón, hizo grandes aportaciones a la comunidad, como su colaboración en la primera pavimentación de la ciudad, de la que fue organizador y promotor.

De la misma manera fue miembro fundador y promotor de la primer cooperativa del municipio, actualmente conocida como Coopdesarrollo, buscando con ella mejorar la economía de la gente mediante los valores del ahorro.

También fue un elemento importante en la creación del actual mercado Municipal, del cual donó el terreno para su construcción.

Mientras que en el ramo educativo, se podrán cuestionar sus métodos y técnicas, principalmente por los actuales profesionales de este rubro.

Lo cierto, es que es recordado por brindar oportunidades a aquellas personas que habían sido relegadas y estigmatizadas en su adolescencia, incluso por otros centros educativos.

No siempre victorioso en su idea, logró ser un agente de cambio para algunos, y con ello, aportó en la generación de seres humanos útiles para la sociedad.

No por nada, habitantes ejemplares de los Pueblos del Rincón le homenajearon y reconocieron públicamente en distintos puntos de su vida, siendo uno de los últimos, durante la inauguración de la renovación e iluminación del templo de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 2017.

Muchas cosas más se podrían contar acerca de la relevancia que ha tenido la presencia del Padre Felipe tanto en nuestra comunidad, como en nuestras vidas.

Las palabras no bastan para mostrar el agradecimiento de muchos, así que lo único que se puede hacer es un homenaje en el que unos pocos representarán a todos, especialmente en este momento, dónde visita por última vez el templo, la escuela, el municipio, en el que vivió por más de 50 años.