Repentinamente un día cualquiera de octubre el corazón me reclama por haber amado tanto, tiembla muy dentro de mí por la zozobra de haber ganado y perdido; sin embargo, una flama casi imperceptible aluza las tinieblas que de tan espesas parecen haber ganado a sólidas. Con los órganos apretados y los dedos engarruñados enfrento lo que posiblemente será el último lucero en mi horizonte, con ganas de ver nuevamente el sol en todo lo alto, encomiendo estas últimas fuerzas a mi Dios que me brinda un día más para intentar hacer lo correcto.

Con el hígado en la mano, un bazo a medias, un estómago devuelto, una pierna por un lado y el brazo por el otro devastado tras luchar incansablemente por sobrevivir, con el cuerpo destrozado y la piel cosida a cicatrices.

El quijotesco hombre desenvaina su espada y aguarda por el siguiente cruce de voluntades.

Doblemente condenado al infierno y a la muerte aguardo mi destino, por no ser entendido, por no creer en el abismo, por burlar a los vivos, por deshonrar a los ancestros, por cargar una cruz que sin saber servirá de puente a la siguiente vida.

Muriendo lento voy andando, tirando derrotes, encelando mi terreno, aguantando las penurias, escribiendo en una libreta sin pasta.

He decidido abandonar a los aliados para mantener la cabeza sobria, dejaré de volar, ya no nadaré en lo profundo del océano, la luna se mantendrá en su sitio y yo en el mío. El sendero color arcoíris será remplazado por el ocaso invernal seguido de la incipiente primavera, el dolor en mi cuerpo será nítido y durará lo que tenga que durar. Es momento de cavar un surco y colocar la semilla, cara a oriente, de norte a sur sopla el viento. El relieve fortuito del lugar donde me encuentro resulta en un clima templado, agradable sin ser bochornoso, la humedad en verano y el frío en invierno. Reservando dos temporadas para el placer de estar sin abrigo.

La decisión responde a un deseo natural de la piel, el vehículo que me conduce me invita a poner las intermitentes y anunciar un cambio en la velocidad.

La conciencia despierta, los ojos se abren, reconozco la fragilidad del cuerpo acto seguido desisto del anarquismo y la tiranía. Mis sueños imperialistas aparecen polarizados de democracia, tan utópica e inalcanzable como en los países en vías de desarrollo, la novedad responde a un sentimiento que se arraiga con fuerza en mi ser.

Un deseo formal de convertirme en el príncipe del pueblo, aquél del que hablaba Maquiavelo.

La lejanía de cumplir este sueño es tan abismal y real como la posibilidad de desarrollarlo en la mente y materializarlo aplicando las leyes del universo, continuar creyendo que se puede y conquistar el feudo de 8×20 que me ofrece el INFONAVIT. Levantar una fortificación del tamaño exacto para que no entren los llaneros ni mi reina se sofoque.

El tiempo de vagar se agota así como mis ganas de fomentar la irreverencia, es momento de cubrir las ventanas con cortinas de cocina.

El momento de liquidar a mi fiel compañero se aproxima, las aventuras de caballeros y dragones tendrán que ser plasmadas en papel para entretener a los críos, el tiempo de tomar lo que me pertenece está cada vez más próximo.

Si mi reina lo desea cavaré un lago en las inmediaciones de mi feudo, peces de todos los colores poblaran el bulto de agua. Quizá una fila interminable de árboles frutales con su fauna característica, no puedo olvidar a mis sábilas, mucho menos al par de patas de elefante que me acompañaron y brindaron compañía a cambio de un poco de agua y tierra.

La monedita de oro planta guía, se extenderá por las cornisas del imperio, el color verde más intenso que logré ver en mi angustiosa vida, agradecido con la naturaleza por brindarme la combinación exacta de colores primarios.

Rocas y animales como iguales defendiendo su parcela, unos más movidos que otros, poseedores de energía y habidos de atención.

Estoy seguro que la señora se encargará de los detalles del castillo, sólo me preocuparé por buscar en la cantera la piedra en bruto adecuada para tallar las columnas y capiteles, rocas acompasadas y niveladas formaran los muros de las habitaciones, poco a poco daré forma al vasto imperio, si puedo imaginarlo podré materializarlo.

 

El Festival Internacional Cervantino 2018, foro multicultural, música, teatro, danza, cine, pintura, escultura, declamación y arquitectura, todo en una misma ciudad, la capital del Estado, el pueblo de las momias, “Lugar donde abundan las ranas”, Guanajuato se viste de gala, sus corredores y callejones aromáticos engalanados para recibir la visita de turistas y expositores provenientes de todo el globo, ávidos y dispuestos a empaparse de cultura y conocimiento.

Saborear la exquisitez de las bellas artes es sin lugar a dudas un placer culposo, mismas que por 18 días son manifestación vívida en estos lares.

Disfrutar de un concierto, asistir a una exposición de arte, enamorarte de un concepto, atender un largometraje, caminar y apreciar la arquitectura sin igual que ofrece la ciudad, son algunas de las actividades que puedes llevar a cabo en el FIC2018.

La danza y el teatro son artes mayores que no debes perderte, te invito agendes tu visita al festival del 10 al 28 de octubre, compra tus entradas en Ticket Master, llega temprano y si es posible pasa la noche en la ciudad (previa reservación), destapa un buen vino, degusta una pieza de arte en su máxima expresión, conviértete en juez y parte de esta maravillosa exposición artística.

 

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