Este mes se ha llevado a cabo uno de los más impresionantes esfuerzos de observación espacial de la historia: la búsqueda de la primera imagen directa de un agujero negro, y no, no es cualquier agujero negro, es el mismísimo monstruo de cuatro millones de masas solares que yace al centro de nuestra galaxia.

Toda imagen que hayas visto alguna vez de un agujero negro era una representación artística, y no las demerito, son excelentes, pero dentro de unos meses, una vez procesada la información, esto va a cambiar.

La imagen será producto de lo que se ha bautizado como “Telescopio del Horizonte de Sucesos”, y es un telescopio tan grande como la Tierra. Esto es para asombrar, pero tiene mucho de cierto. No veremos un solo telescopio del tamaño de nuestro planeta, pero sí una serie de radiotelescopios (diseñados para ver en ondas de radio, otra parte del espectro de la luz invisible a los ojos humanos) diseminados por todo el mundo, desde Chile hasta Estados Unidos, pasando por México, y desde Hawaii hasta España, todos intercomunicados y apuntando sus antenas hacia la misma región del cielo, la constelación de Sagitario, donde la fuente de radiofrecuencia Sagitarius A*, permanece oculta en las sombras.

Sagitarius A* es el nombre del gran agujero negro en el núcleo de nuestra galaxia, y como todos los demás agujeros negros, no sabemos mucho sobre él.

Lo que sabemos es gracias a Einstein, quien los teorizó en la relatividad como singularidades, puntos del espacio-tiempo donde las leyes que conocemos colapsan por las extremas condiciones del ambiente.  Einstein no creía que existieran, pensaba que eran un error de su teoría, pero pronto se supo que eran reales.

Cuando una estrella masiva muere, colapsa sobre sí misma, el núcleo se encoge, la onda de choque rebota y expulsa las capas exteriores al espacio interestelar, la nube resultante es, precisamente, lo que conocemos como nebulosa. Y el centro de la estrella muerta resulta en una estrella de neutrones, cuya masa quedó tan compactada, que los electrones se fusionaron con los protones en sus átomos, dejando sólo una masa de neutrones. Pero si acaso la estrella es aún más grande que las que normalmente resultan en estrellas de neutrones, el colapso no se detiene ahí, sino que continua hasta distorsionar el espacio y el tiempo mismos, rompiéndolos y creando un agujero negro.

La gravedad ahí es tanta que ni la luz puede escapar, por eso son negros, realmente no los podemos ver, y esta dichosa imagen de un agujero negro, no nos mostrará realmente la singularidad, si no un círculo negro rodeado de materia incandescente a punto de ser devorada, quizás expulsando rayos gamma por sus polos (lo que se conoce como quásar), pero aunque nunca podamos ver realmente al monstruo, aprenderemos mucho sobre él y sobre la gravedad, quizás lo suficiente para iniciar una nueva forma de hacer física, en condiciones extremas, dejando de lado nuestra actual ignorancia y develando lo que se oculta en la singularidad (un punto en el que se rompen las leyes de la física conocidas y una palabra elegante para decir que no sabemos nada, según el físico teórico Michio Kaku).

Quizás entendamos mejor las leyes conocidas, quizás las actualicemos o quizás descubramos nuevas, junto con más misterios. Los agujeros negros podrían ser portales hacia otros universos, otras dimensiones o tal vez atajos para viajar en el espacio y el tiempo, las posibilidades son infinitas.

 

 

Créditos de Imagen: Telescopio Espacial Hubble NASA