Hace unos días me encontraba cenando con un amigo, ambos somos docentes en diferentes asignaturas, durante la cena platicábamos acalorados sobre la práctica que cada uno realiza en su aula; después de tanto conversar me di cuenta que tanto él, como yo, a pesar de llevar pocos años en el servicio, amamos lo que hacemos.
Su historia en la docencia comienza en la universidad, él no estudió en una normal, estudió sociología, sin embargo se le presentaron situaciones en las que involucraba que él diera tutoría y acompañamiento en inglés.
Pasó el tiempo, y para fortuna de él, se dio cuenta que lo que quería seguir haciendo era dar tutoría y acompañamiento en inglés. Su trabajo hizo que poco poco fuera reconocido pero, eso implicaba que tenía que seguirse preparando, porque él reconocía que necesitaba herramientas para poder ayudar a las personas que acudían a él.
Hoy por hoy tiene su academia de inglés donde cuidadosamente se seleccionan temas que hablan sobre sucesos actuales y de relevancia social para el alumno de cualquier edad. Además fomenta el uso del material didáctico, con el que trabajan sus alumnos para poder hacer el aprendizaje más significativo y no deja a un lado la parte afectiva en todo el proceso.
Por mi parte, estudié en una normal en la que recibí una formación psicopedagógica.
Desde que egresé siempre busco que en cada una de las clases que imparto, además de ver contenidos académicos que ayudan a fomentar la cultura general del alumno, no quede de lado la parte humana, el buscar el desarrollo integral de la persona; que se sienta reconocido, amado, útil, que pueda llegar a ser la mejor versión de sí mismo, todavía aún mejor; la sensación de saber que todo lo que posee lo pueda poner al servicio del otro para un bien común.
Diferentes circunstancias e interacciones sociales van formando quiénes somos y si a eso le acuñamos el despertar de una motivación intrínseca por el otro tendremos la combinación perfecta para un docente. Esto me lleva a la conclusión de que es difícil afirmar que el maestro nace o se hace.
El ser maestro no es exclusivamente para las personas que egresaron de las normales, sino que también son de aquellas personas que en intelecto y en corazón quieran ayudar al otro y de eso todos podemos maestros.
Nuestro ejemplo arrastra y sin importar si eres niño joven, adulto o anciano, todos aprendemos de todos así que en cualquier momento en nuestra vida si no es que diario, somos maestros del cajero, del barrendero, del ejecutivo del banco, de una recepcionista, de un médico, de una madre o padre.
Una realidad social es que veo que todo nos quejamos de la mala educación de nuestro país lo que me sorprende es que todavía nos demos cuenta que en el momento en el que cada uno de nosotros nos tomemos en serio el papel que tenemos como maestros, puede ser que nuestros grandes males sociales que nos aquejan si cesar día a día se aminoren. Suena fácil, lo sé.
Sólo recuerda: “La práctica hace al maestro”.