Leucipo y Demócrito (siglos V y IV a.C.) fueron dos griegos muy peculiares, nos enviaron a todos nosotros en un viaje que, hasta la fecha, parece no tener fin. Su viaje comenzó por llamarse atomismo, la idea de que todas las cosas estaban constituidas de pequeñas partículas indivisibles, esto significa átomo en griego: sin división. Pero Leucipo y Demócrito no podían saberlo: llegado el momento, descubriríamos que hay más, mucho más que átomos en las capas más íntimas de la realidad.

El atomismo en sus orígenes fue el resultado del esfuerzo de comprender los cambios en la materia, se creía que las distintas formaciones de las partículas, es decir, cada una de las cosas del mundo, eran la consecuencia lógica del movimiento y congregación de los distintos tipos de átomos en un espacio vacío. Sin vacío y sin átomos, es decir, materia, el mundo no sería posible.

La idea maduró, pese a que cayó en desuso durante siglos, y con el avance de la ciencia fue dando poco a poco nacimiento a la Teoría Atómica Científica. El descubrimiento de distintos elementos irreductibles y la necesidad de explicar sus reacciones e interacciones a través de la química, finalmente consolidó la idea del átomo como la conocemos hoy, a grandes rasgos.

Pero esto sólo fue el principio. En 1897, Joseph John Thomson (1856-1940) trabajaba en experimentos con electromagnetismo y rayos catódicos, cuando descubrió que estos se desviaban en presencia de un campo magnético: sugirió la presencia de pequeñas partículas que denominó “corpúsculos”, pero en realidad había descubierto los electrones.

Lo que siguió fue la caja de Pandora. Ernest Rutherford (1871-1937) nos dio el modelo atómico tan conocido que asemeja a un pequeño sistema solar. Concibió la idea de que el núcleo era la concentración de la masa positiva del átomo (protones), idea que maduraría, gracias a la experimentación, con el posterior descubrimiento del neutrón. El átomo se rompió para siempre.

Ya entrado el siglo XX y gracias al trabajo de personas como Max Planck, Albert Einstein y Niels Bohr entre otros, nuestra comprensión del átomo y por extensión de la materia no se ha detenido desde entonces.

El gran resultado fue la teoría cuántica, que sería imposible de abordar en el breve tiempo que tenemos, pero dejemos los detalles para luego y maravillémonos.

Saber que el átomo no era indivisible nos dio poderes sobrehumanos: la bomba atómica se basa en la liberación de energía contenida en su núcleo y sí, el mundo lo padeció, pero también nos dio la oportunidad de comprender la creación misma, cada átomo es la ceniza del génesis, como ya vimos, en el Big Bang y en cada momento desde entonces: los átomos se forjan en los corazones de las estrellas. Como Leucipo y Demócrito creían, el átomo es la clave del cambio, no podemos comprender sus mutaciones, interacciones y reacciones, sin comprender sus estructuras y mecanismos, la vida no sería posible si los átomos fueran indivisibles, los electrones forman enlaces entre átomos que resultan en moléculas, moléculas que forman grandes cadenas autoreplicantes que hoy llamamos ADN y que contienen las instrucciones que mantienen vivo a todo ser vivo.

El nobel de química de este año fue otorgado a “las máquinas más pequeñas del mundo”, moléculas programables que pueden cambiar la medicina para siempre. Imaginen que el cáncer pueda ser curado al inyectar un ejército de moléculas diseñadas para aniquilar células malignas, hoy es posible porque cada vez con menos miedo, nos sumergimos más profundo en la realidad que nos rodea y nos constituye.

Neutrones y protones sólo son el principio, una infinidad de partículas nuevas emerge a la luz en cada ocasión que rompemos el átomo. El Gran Colisionador de Hadrones, probablemente la máquina más grande y fabulosa que la humanidad concibió, fue diseñado para husmear en lo más profundo de la realidad misma, acelera y colisiona partículas al 99.99% de la velocidad de la luz, generando condiciones que no se han visto en el Universo desde el Big Bang, un día veremos directo a los ojos el momento de las maravillas.

Ese día podría estar más cerca de lo que creemos. El 4 de Julio de 2012 el Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN) dio a conocer el descubrimiento del Bosón de Higgs, una partícula importante en el modelo estándar de la física de partículas que, sin ahondar en muchos detalles por el momento, es importante para aclarar la existencia de las masas de las partículas subatómicas, en pocas palabras, el Bosón de Higgs y el campo de fuerza asociado a esta partícula explicarían porque el Universo es. Entenderíamos más sobre el Big Bang, qué lo produjo y por qué. No podemos culpar a la prensa de haber llamado a esta partícula “La Partícula de Dios”.

Cada vez que sabemos más, sabemos menos sobre el siguiente nivel en la realidad que habitamos y que nos habita, porque átomos somos y saber más sobre ellos, es saber más de nosotros. La ciencia no es una necedad, es necesaria para el desarrollo de la humanidad y su supervivencia, controlar la fusión nuclear, el poder que mantiene encendidas las estrellas, nos daría toda la energía necesaria para mantener nuestra creciente civilización y sus demandas, porque un día habrá que dejar la Tierra y buscar otro planeta, no nos tocará a nosotros, por supuesto, pero cada idea nueva es un paso que nos acerca más a las estrellas.