Con frecuencia escuchamos en muchos medios lo importante es cuidar la salud emocional del hijo, “que no sufra”.

Pero muy contrario a estas creencias los adultos confundimos estos términos, llegando a los extremos de darle todo al niño para que no sufra.

Lo que en estadísticas se viene reflejando que esta clase de acciones más que cuidar, dañan a la persona, la hacen incompetente para enfrentar situaciones adversas, haciendo que su habilidad resilente quede mermada por la sobreprotección del adulto, dejándolos indefensos a sus propias circunstancias.

Por eso no nos debe de extrañar que la tasa de suicidios haya aumentado en el estado de Guanajuato. Cada vez más escuchamos cómo niños, jóvenes e inclusive adultos se quitan la vida, simplemente porque “no pudieron” enfrentar la situación que están viviendo en el momento, pero lo que más debe de tener nuestra atención es que en niños y jóvenes, recurren a a estos actos porque no obtuvieron permisos para salir con los amigos o no les quisieron regalar el último dispositivo que está de moda.

Como adultos, tenemos que ser guías de los niños, es por ello que es importante que no queramos tapar el sol con un dedo, ni queramos solucionarles la vida entera.

Ser resiliente no quiere decir que la persona no experimenta dificultades o angustias. El dolor emocional y la tristeza son comunes en las personas que han sufrido grandes adversidades o traumas en sus vidas. De hecho, el camino hacia la resiliencia probablemente está lleno de obstáculos que afectan nuestro estado emocional.

La resiliencia no es una característica que la gente tiene o no tiene. Incluye conductas, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona. Como precisamente la resilencia se aprende, quiénes debemos enseñarla, o sea los adultos, hemos de dar un acompañamiento.

Para ayudar a trabajar la resilencia en la persona, podemos hacer lo siguiente:

Ante la situación adversa que esté viviendo la persona, hay que escuchar. No juzgar ni comentar nada hasta que el otro haya termina. Que el individuo que esté momento por un momento difícil de cualquier índole, externe todo aquello que preocupe o enoje.

Quien escucha que tenga claro su papel, ser espejo y hacerle preguntas sobre su situación ¿Por qué crees que te sentiste enojado?¿Que situación desencadenó la tristeza? ¿Qué te podría ayudar a sentirte mejor?¿La situación tiene solución? ¿Cómo crees que lo resolverías?¿Qué posees en tu persona para salir adelante?,Si a pesar de que encuentras esta solución y no funciona ¿qué harás? ¿Qué cosas están en mis posibilidades para ayudarte?. Estas preguntas buscan principalmente que la solución al problema nazcan de la persona que tiene el conflicto.

Si la persona logra salir del conflicto, reafirmar lo positivo. Si ocurre lo contrario, reafirmar que hay otras soluciones para la situación. Lo más importante sobre todo es que no se quedó con las manos cruzadas. Sino que salió de su estado de confort para cambiar su situación actual.

Estas herramientas son necesarias de trabajar en la persona y en los más pequeños todavía más. Recuerden que “La práctica hace al maestro”.