Antes de la Tierra, antes del sol, antes de las galaxias y antes del tiempo fue el Big Bang, que dio nacimiento a todo lo que vemos y también a lo que no. Pero hasta ahora nadie sabe qué ocurrió antes del principio.
Hoy hay sólidas teorías al respecto, sólidas en su fundamento matemático, ya que su campo de estudio está más allá de la experimentación posible.
Y pese a que podrían parecer salidas de la más extraordinaria novela de ciencia ficción, la ciencia se sostiene y avanza, complementando y expandiendo nuestra concepción de la realidad.
No es nueva la idea acerca del multiverso, un conjunto aún hipotético de universos individuales al cual nuestro propio universo pertenece, flotando en el inmenso vacío ya no entre las estrellas y galaxias, sino entre los cosmos infinitos. La imagen típica es una tina de burbujas, donde cada una es un universo con sus propias magnitudes y leyes físicas.
Pero como las burbujas, los universos pueden colisionar, explotar, nacer y combinarse. Quizás también comunicarse.
Teorías nuevas y no tanto especulan sobre la posibilidad de hallar evidencia sobre otros universos a través de los agujeros negros, que hasta donde sabemos (porque no sabemos) podrían ser portales de una sola dirección hacia otras regiones del multiverso, otros cosmos y de serlo, quizás nuestro propio universo sea una ramificación de uno más antiguo y gigantesco.
La idea aquí es una semilla, una planta empaqueta en ellas un embrión con todos los nutrientes necesarios para sobrevivir hasta hallar las condiciones propicias para su eclosión y desarrollo.
Los agujeros negros funcionan de manera similar, una estrella masiva agoniza y se derrumba hacia su centro por la gravedad intensa que su masa misma genera. La fuerza es tanta que los átomos mismos se compactan, el espacio vacío entre el núcleo y los electrones se reduce a nada, la estrella es ahora una estrella de neutrones con una gravedad insoportable, de ser suficientemente masiva el colapso no se detiene ahí, continúa hasta afectar el tejido mismo del espacio y el tiempo y lo tuerce y deforma hasta romperlo, hasta aquí sabemos.
Se ha creado un agujero negro del cual no podemos saber más que la superficie, la singularidad, el centro del agujero, está velado a las miradas del cosmos por un factor ya conocido: la gravedad imbatible que genera él mismo y que es tanta que ni siquiera la luz a 300,000 k/h puede escapar de ahí, por eso no podemos ver dentro, sin luz no hay manera de captar imágenes.
Lo demás son especulaciones teóricas. Qué ocurre ahí dentro, qué le pasa a la materia, qué hay del otro lado. No sabemos con certeza, pero todo ello está cubierto en algo que los científicos llaman “horizonte de sucesos”, el límite entre el agujero y nuestro universo, el límite que permite de nuestro lado todo lo que ocurre: estrellas, galaxias, vida; y del otro sólo caer, colapsar, desgarrarse y desaparecer por completo.
No obstante esto viola la ley de la conservación de la materia, uno de los pilares de la física. La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Y esto permite especular, ahora apoyado por las teorías más sofisticadas, la posibilidad de hallar del otro lado, un universo nuevo, un hijo del nuestro, cuyo Big Bang es una estrella que murió y que su materia y energía serán vertidas para formar otros mundos y quizás otras vidas. Y cuya semilla es el agujero negro y su horizonte de sucesos.
Tal vez así llegamos a existir.