¡Buen domingo, estimado lector! Esta sin duda ha sido una semana…digamos “psicótica”, si es que es el término adecuado.
El miedo a la inseguridad que se vive en nuestro país y que día a día se apodera del estado y de nuestro municipio es un tema de conversación que lamentablemente está en boca de todos.
Hace algunos días comenzó a circular a través de mensajes de texto e incluso en redes sociales una alerta que puso en pánico a muchos de nosotros.
Unos crédulos, otros no tanto, sin embargo se habló de la supuesta llegada de un grupo del crimen organizado que venía a hacer una “limpia” en los Pueblos del Rincón.
En minutos el mensaje llegó a infinidad de personas, y de la misma manera en que se propagó, generó el temor a que esto fuera una amenaza real.
Le comentaré, para variar, mi punto de vista: La burra no era arisca, la hicieron.
¿Sabe a qué me refiero? La inseguridad en el mundo entero, la falta de valores aunado a la falta de capacidad de controlar la situación, se apodera de la humanidad.
Y ciertamente quien envió ese mensaje lo hizo en el momento oportuno, en el tiempo en que los homicidios han incrementado, cuando la delincuencia se esparce, y cuando pareciera que todo se está saliendo de control.
¿Qué hacía falta? Detonar el miedo.
Le diré que no estoy dando por hecho que esto sea una mentira, al menos no en su totalidad, porque sería absurdo creer que el crimen organizado no ha llegado a nuestras calles, sería ingenuo pensar que las muertes que se han registrado no son una consecuencia de esta guerra de territorios.
Y también sería poco realista pensar que somos intocables, y que aquellas atrocidades que ocurren en estados como Tamaulipas, Michoacán o Sinaloa, no pueden llegar a ocurrir en nuestro terruño.
No, nuestra armadura está debilitada, lo mencioné la semana pasada cuando osé hablar del amor.
Pero creo que estamos a tiempo de aprender de nuestra historia, de lo que ha pasado en esos otros estados, y al referirme a historia no lo evocó a los libros con relatos ancestrales, sino a lo que ha sucedido apenas unos años en los lugares mencionados.
A no permitir que nuestros jóvenes y niños se vean involucrados en esta psicosis, a mantenerlos alejados de lo que se promueve con respecto a esta guerra sucia que busca más adeptos, y mientras más jóvenes mejor.
Evitemos ser parte de esto y no contribuyamos a fomentar el temor al compartir esos textos; que ya tenemos suficiente con lo que se ve en las calles de nuestra ciudad.
Le invito a que resane y refuerce la armadura, para hacerle frente a la adversidad y mantenerla alejada de nuestras familias.
No dejemos que el problema de otros lo cobren en nuestros seres queridos, hagamos lo que nos corresponde en casa, con los propios; y no olvidemos exigir a las autoridades que hagan lo propio en su rol de servidores públicos.
Que de paso no está por demás recordar que la paga que reciben y el poder que tienen, fue otorgado precisamente por nosotros, quienes además podemos revocar todo eso con tan solo tomar la decisión y unirnos.
Y vaya que el hartazgo ha dejado una ventana para que se asome el poder de la unión.
La altanería, despotismo, vanidad e ignorancia de algunas personas en el poder, puede regresar al cajón de su tocador en cualquier momento, si no comienzan a desempeñar bien su función.
Porque diría mi bisabuelo “No escupas al cielo, que en tu misma cara te puede caer”.