Estimado lector, a través de este medio me permitiré compartir con usted mi punto de vista sobre temas que se hacen patentes en nuestro entorno, con el afán único de emitir una opinión, que pueda o no ser compartida, más sin embargo sin el aliento de la ofensa.
Y aunque no es de mi gusto alentar la polémica de temas que parecen creados como distracción y para elevar olas, sin duda la Marcha por la familia ha causado ese efecto en la población.
El objetivo aparente es defender la postura de un modelo de familia, en el que se pregona no ser homofóbicos, ni estar en contra de un partido político o a favor de religión alguna, sino por el interés genuino en La Familia.
La citada marcha del Frente Nacional por la Familia tenía como fundamento levantar la voz empleando éste método para defender La Familia y el Matrimonio tradicional; de manera que ayer se dieron cita, adultos, jóvenes y niños, en diferentes puntos de los municipios del Rincón ( hablando específicamente de lo ocurrido en estas ciudades).
No hablaré más del acontecimiento como tal, creo, que la raíz de efectos como este vienen del hecho lamentable de que hemos perdido el sentido de la Familia, hemos olvidados el valor y verdadero significado de los hijos, y no se diga del Matrimonio.
Y a esto habrá que sumarle un sinfín de términos que se ligan en automático, como educación, amor, valores, noviazgo, etcétera.
¿En qué momento nos sentimos con el valor moral de hablar de luchas por la familia, cuando nos hemos olvidado de la propia?
¿Cuándo decidimos que podemos hablar sobre el sentir de los hijos de otros, si no sabemos lo que sienten o piensan los propios?
¿Qué nos da la capacidad de hablar de matrimonios ideales o “tradicionales”, cuando no tenemos bien fundamentados los pilares del nuestro?
Aquel que sostenga una familia en la que existe la armonía, la confianza, la comunicación y el amor; o aquel que conozca a sus hijos, que comparta tiempo de calidad y en cantidad, que les ofrezca la atención que requieren; o aquel que ame a su pareja con o sin, que se sostengan de la mano y que se sean fieles a sus compromisos como tal, estar personas seguramente no pueden tener tiempo de emitir un juicio en contra de nadie más, pues tienen la cultura, la educación y los principios bien fundamentados en sí mismos y quienes integran su familia.
Porque ciertamente la familia no se basa en las reuniones con los amigos, o en sumergirse en el trabajo; en ofrecer a los hijos la mejor tecnología para que ocupen su tiempo en las redes sociales o en los mensajes; o en la competencia de ser mejor o aportar más que tu pareja para vivir en un estatus diferente.
Esto es, que si en realidad queremos una familia, unos hijos y un matrimonio ejemplar, seamos eso, ejemplo con nuestras parejas a quienes amamos, no con quienes competimos; ejemplo con nuestros hijos, a quienes educamos en el amor y la justicia, y por ende integraremos una familia digna basada en el amor, que finalmente es entendimiento…no discriminación, no competencia, no juicio.
Debemos de defender la educación en casa, los valores que mostramos en casa, el respeto a las diferentes ideologías o formas de vida, desde nuestro hogar; debemos de hacer el cambio en lo personal.
No repitamos la historia, no podemos juzgar al blanco o al negro, al católico o al judío, al rico o al pobre… solo debemos fomentar el entendimiento.
Y créame estimado lector, que no es una utopía, es aprender un principio básico de la humanidad, sea cual sea su creencia.