Abraham Lincoln dijo: “Las personas son tan felices como se propongan serlo en su mente”, precisamente la semana pasada, hablábamos sobre la importancia de cerrar ciclos en la escuela o varios aspectos de nuestra vida, pero ¿qué ocurre cuando el ciclo que terminamos, no era lo que esperábamos?

Porqué cuando “termina” y es de nuestro entero gusto o sobrepasa nuestras expectativas, estamos esperando más, y buscamos emprender nuevos retos para seguir obteniendo lo que se vivió en la experiencia anterior.

Por el contrario, cuando no ocurre lo que queremos, nace un rechazo de querer repetir la experiencia, por eso no nos extrañe que los niños cuando la pasaron mal en un ciclo escolar, ya no quieran ir a la escuela, o a los universitarios que no quieren volver a presentar la materia o tener al mismo profesor, esta situación de rechazo aplica para cualquier situación en la vida, amor, dinero, salud, etc.

Es por ello que mucha gente cree que la escuela, el amor, los negocios o lo que sea “no es para ellos”. Eso habla de un discurso derrotista y que no hubo un guía que nos pudiera ayudar entender ¿qué fue lo que realmente ocurrió?. Los tutores o padres de familia tienen una labor trascendental en este punto.

Primero ayudarle a ver a la persona ¿qué fue lo que realmente se vivió? Redactar una lista de todas las experiencias que se vivieron tanto positivas como negativas para la persona, solo él o ella podrá diferenciar, es importante que no deje ningún detalle suelto.

Segundo de la lista de las cosas positivas, reconocer qué se hizo para que se obtuviera dicho resultado, por qué fue importante, qué implicó, cuáles son las fortalezas (en esta parte se está trabajando una habilidad del pensamiento de orden superior, llamada metacognición, donde la persona reconoce sus fortalezas y debilidades).

Tercero de la lista de cosas negativas, qué actitudes, disposiciones, elementos estuvieron presentes tanto en la persona como en su contexto como para que no se alcanzara el objetivo. De dicha lista entablar segundos escenarios, por ejemplo: Se me dificulta la trigonometría porque el maestro no explica bien, entonces ¿Qué podrías hacer para mejorar la situación?

Las respuestas podrían ser «poner más atención», «pedir que me vuelva a explicar el tema haciendo a un lado la pena», «preguntarle al profesor si da asesoría en su horario escolar» o «buscar una asesoría externa al colegio», «buscar hacer círculo de estudio entre compañeros».

Lo enriquecedor de este punto es que la persona se dé cuenta que hay otras alternativas para los problemas que se le van presentando.

Cuarto, se acuerdan de la frase de Abraham Lincoln con la que se inició la columna, esta parte requiere del apoyo emocional, hacerle saber al otro que sin importar lo difícil que haya sido el ciclo, está rodeado de gente que lo apoyará. A final de todo, todo esto es aprendizaje que lo va ayudar a futuras experiencias que se pudieran presentar.

De este modo le estamos ayudando a desarrollar competencias para la vida, para situaciones que se presenten precisamente en la vida. Los aprendizajes no son sólo en lo académico, aunque nuestro sistema educativo hace mucho hincapié en las asignaturas, que es alcanzar los aprendizajes esperados y demás, pero hay un factor que a mi punto de vista es más importante que cualquier otro rubro académico y es el emocional es saber manejar ciclos.

Quinto y el “más difícil” por así decirlo es que se intenté lo ya intentando, valga la redundancia, pero no queda de otra. Pero ahora se enfrentará a un nuevo ciclo con nuevas herramientas que podrá poner en el juego para salir triunfante, un punto importante es que surgirán situaciones que no se tenían planeadas, súbitas que harán tambalear a la personas o que puedan dar como resultado algo no deseado, tener en mente que si algo no salió nuevamente como esperábamos, que sea una dificultad diferente y no lo mismo.

El educarnos emocionalmente no es tarea fácil, pero ya saben lo que dicen: “La práctica hace al maestro”