Desde una visión materialista, que otorga al cerebro el privilegio único de albergar la conciencia, hasta la dualidad mente/cuerpo, a la que podríamos llamar visión religiosa y que llama “alma” a la conciencia, separándola del plano físico, estos cuestionamientos han evolucionado y hoy la física se encarga de por igual de las estrellas, que de la mente y sus misterios.

Sir Roger Penrose, un gran señor, físico teórico, que hay que conocer y leer, aunque no es lo más ameno de la divulgación científica, lo digo por experiencia, entre tantos otros señores interesantes se han dado a la tarea de utilizar las matemáticas más avanzadas y la física cuántica para tratar el asunto desde su perspectiva.

La conclusión a la que van llegando es que la conciencia emana de un campo mecánico-cuántico primordial, es decir, del tejido mismo del espacio y el tiempo, y que por lo tanto es en todo el Universo, las matemáticas no se me dan, debo confesar, salvo las fracciones, porque soy músico, así que los detalles me los salto y el resultado viene siendo algo así como que el Universo mismo es consciente de sí.

El tal campo proto consciente mecánico-cuántico otorgaría cantidades discretas de conciencia a cada partícula, como el campo electromagnético otorga cargas y el campo gravitatorio masa, dando una explicación parcial al hecho extraño de que las partículas subatómicas no tienen posición ni velocidad definidas hasta que se las observa y mide (principio de incertidumbre de Heisenberg), lo cual da de por sí una importancia capital a la conciencia.

El razonamiento de Penrose va de que si los sistemas de partículas son cada vez más complejos, la conciencia será, por tanto, cada vez más refinada, y de ahí que seres como nosotros tengamos autoreflexividad, curiosidad científica y tantas otras monerías.

Pero también otorga grados distintos de conciencia, que no inteligencia, no hay porqué confundir, para reaccionar ante el entorno y cambiar el comportamiento propio en respuesta para sobrevivir.  Así, todo objeto en el cosmos tendría un grado de conciencia, en estos términos de reacción al entorno, para contribuir al entramado de la realidad como la conocemos, y quizás así los grandes misterios como la energía oscura, o la materia oscura, sean comportamientos naturales del Universo con el objetivo de continuar la existencia.

 

Hasta ahora todo es altamente especulativo, pero la idea es prometedora.