Esta semana terminó Genius, la serie biográfica de Einstein de National Geographic, y debo decir que fue una maravilla.

No sólo puede verse la génesis de la creatividad y las grandes ideas por lo cual recordamos al que quizás siga siendo el científico más famoso de la historia.  Sino que vimos su contexto histórico y social y las vicisitudes personales y familiares que acontecieron a lo largo de su vida.

Un gran patán, así fue por momentos ese señor que admiro tanto no sólo por su aportación a la ciencia, la cual no puedo decir que entienda porque estoy lejos de ser científico sino porque creo firmemente en que su mayor aportación fue al entendimiento de la realidad en toda su dimensión.

El protagonismo del juego, lo lúdico y la imaginación es vital en Genius. Las grandes preguntas que llevaron a Einstein a concebir el gran logro de la física del siglo XX fueron preguntas que un niño hace con toda la naturalidad del mundo, preguntas curiosas, preguntas sencillas pero de una profundidad de observación total. Observa la naturaleza y entenderás la vida.

También un tránsito de la duda teológica a la certeza de la unidad divina, en la admiración de la perfección de la trama de la realidad desde la visión científica, que si bien no es una aceptación de la existencia de un dios, cualquier dios, ni una evidencia sino una humilde reverencia a lo que no se sabe y que puede ser, o lo que viene siendo el respeto de los misterios, es parte fundamental de la evolución intelectual de Einstein.

Por último, la reconciliación de los afectos que descuidó durante su juventud y gran parte de su vida adulta, cayendo en la cuenta de la finitud de la existencia de los suyos y de él mismo, que lo convirtió hacia el verdadero final en un ser humano completo, compasivo y agradecido.

Ese es el gran mensaje de la serie, no alabar al genio, sino entender que cualquiera pudo serlo. Todos tenemos la capacidad de ser curiosos, de imaginar, de ser patanes, de perdonar, de reconocer las fallas, de refutarlo todo o de aceptar que ignoramos mucho y que hay cosas más allá del entendimiento.

Al morir Einstein se extirpó su cerebro con la excusa de revelar los misterios del genio y preparar el camino, desde la ciencia, para potenciar la inteligencia humana entendiendo cómo funcionó la mente de aquel hombre que tanto destacó. Pero ese cerebro no era más que carne y no reveló nada, no tenía nada en particular, no era un súper cerebro, y es que eso no es la humanidad, la humanidad es mucho más y los genios como Einstein lo entienden y lo saben explotar.