Hoy vamos a hablar de seguridad, pero no de esos consejos prácticos como no conducir mientras hablas por teléfono, ni el de abrocharnos el cinturón de seguridad, u otros mucho más domésticos como no meter cubiertos en el microondas o no prender la luz con las manos mojadas.

No, la seguridad de la que hablamos poco tiene que ver con tu sentido común, de hecho, tiene más que ver con el que desafíes tu propio sentido común y veas los puntos débiles de éste, porque (y hay que estar conscientes de esto) cuando uno cree estar corriendo seguro hay alguien más que esté volando sobre nosotros.

Ahora pues, pongamos el tema sobre la mesa pues alguien más podría estar aprovechándose de ti.

¿Qué tan fácil es robar tu identidad? 

¿Alguna vez cuando estuviste en la primaria, algún niño te imitó en todo? quizás a algún primo o hermano le encantaba hacerte la vida difícil copiando tu forma de hablar, haciendo de espejo para hacerte rabiar o, ya en casos más extremos, comenzaba a imitar o igualar frases, conductas e incluso formas de vestir particularmente tuyas.

Por supuesto, esto resultaba molesto pero, con el tiempo y la madurez, o a ti te dejó de importar, o a esa persona le dejó de hacer gracia hacer de tu doble o ya de plano la distancia y el tiempo solucionaron el problema… pero, ¿qué si te digo que todos los días, y no diremos que seas tú, la gran parte de la población activa en el mundo de las tecnologías hace hasta lo imposible porque alguien robe su identidad? suena paranoide pero de hecho la mayoría de las personas regala su privacidad con relativa facilidad, y lo mejor de todo, es que les encanta hacerlo.

Fuera de lo que dicta el sentido común, hoy en día a la mayoría de nosotros nos encanta compartir nuestra vida por nuestras distintas redes sociales, fenómenos no tan nuevos como la clonación de cuentas de Facebook e Instagram, se deben esencialmente a que nosotros mismo no ponemos un límite en la información que compartimos.

Si no quieres verlo en línea, no lo subas

¿Quién no ha oído hablar del caso del amigo de un amigo, o de alguno que otro famoso Jennifer Lawrence, quien cual inocente paloma subió sus fotos comprometedoras a la nube creyendo que al ser un medio de información “privado”, nadie más las vería y poco tiempo después verlas circular con singular viralidad por Internet gracias al ojo fisgón de uno o varios hackers amantes de lo ajeno?
Si bien esta clase de historias abundan hoy en día, también abundan las referentes a una pequeña campaña que planteaba básicamente el “Si no quieres que alguien más lo vea, no lo subas a internet”, y dicho sea el sustento resultaba de lo más qué válido, pues ahora ya casi todos sabemos que una vez que una imagen o video es subido en la red, está subido y lo estará para siempre.

Pero, ¿qué pasa cuando el contenido no lo subes tu precisamente? Es imposible controlar lo que las demás personas subirán de nosotros, prueba fehaciente de ello son los videos en abundancia de borrachos, “ladies y Lords” capturados en infraganti mientras metían la pata para ser sometidos al escarmiento público, cual karma o ley te talión versión 2.0 se tratara. Debemos reiterar que, además de una demanda por difamación, una vez viralizado el contenido, es imposible bajarlo del tren.

Comprendido el problema, lo trasladaremos ahora a tu vida personal, a tu habitación, en este preciso momento. Suponte que alguien, un anónimo, te manda una foto comprometedora tuya, y te hace algunas propuestas indecorosas que en el mejor de los casos se limitarán a las solicitudes monetarias que evitarán que el pequeño granuja del otro lado de la línea oprima el botón que mande tus fotos o videos a la red más picante del momento…parece sacado de una película pero esto les ha pasado a modelos e incluso, ha habido escándalos políticos teniendo como base el móvil de grabar a un incauto y extorsionarlo con sus propias palabras e imágenes.

Ahora bien, en un mundo dominado por la tecnología y donde básicamente cualquiera tiene acceso a algún dispositivo inteligente viene la cuestión ¿Estamos siendo observados? Y la única respuesta a eso es “quizás…y por si sí, mejor haz algo al respecto.”

Muchas veces creemos que nuestras vidas no son interesantes, que a nadie allí afuera le importará una publicación tuya o algo relativo a tu ser, pero si tú puedes acceder a tu webcam desde la distancia, o a tus dispositivos, hay que pensar que habrá otros que también podrán hacerlo.

¿Cómo nos cuidamos de estos ataques, cuando potencialmente cualquiera podría espiarte desde tu webcam?

La fobia al espionaje cibernético a través de las cámaras de los oredenadores y celulares es una realidad, tanto es así que al propio Mark Zuckerberg se le descubrió usando cinta adhesiva en su computadora sobre la cámara y micrófono, para evitar con ello futuros ataques a su privacidad, e incluso el mismísimo director del FBI, James Comey, en una rueda de prensa en abril de este año declaró que “me puse un trozo de cinta adhesiva sobre la cámara, porque vi a alguien más inteligente que yo poniendo un trozo de cinta adhesiva sobre su cámara”.

Claro, existen en el mercado programas, antivirus y demás parafernalia para evitar estos ataques, sin embargo, estos recursos no te aseguran al 100% que nadie más te esté viendo, por lo que aplica la ley de que en veces la mejor solución es generalmente la más simple de todas. Tapa las lentes y micrófonos de tus dispositivos, una simple cinta bastará para que nadie que tu no quieras pueda verte y grabarte mientras tú no te enteras.
Las personas detrás de estos ataques a la privacidad tienen siempre un objetivo detrás para actuar, puede ser por dinero o simplemente para tener alguna clase de poder sobre la o las víctimas.

Quizás sus recursos son los meramente tecnológicos, pero su mejor arma es la ingenuidad de la gente y su predisposición; ya que, para manipular inteligentemente a sus presas, se bastan en la tendencia natural de la gente a confiar en los demás.
Podemos concluir en que muchas veces el peor mal de todos es la ignorancia, porque es la mejor arma del engaño. Aun así, si se aprende a ver los puntos vulnerables de nuestro actuar diario, les daos más importancia y corremos la voz, las historias macabras de la Deep Web se quedarán solamente como eso.