La mayor parte de los días en la vida de una persona son intrascendentes, comienzan y terminan sin que algo memorable suceda, pero este no fue uno de esos días.

Arturo, AB y yo Sam, regresábamos de una tarde de cine, eran alrededor de las 8:00 pm, íbamos sobre la carretera; como de costumbre nos reíamos de las palabras tan raras que Arturo suele conjugar, AB al frente del volante sin decir una palabra algo muy característico de él, y yo el más común de todos.

Hasta ese momento éramos el trío de siempre, entes risas escuchamos que a lo lejos alguien estaba tocando, sinceramente sonaba muy bien, y como la música es algo que nos mueve a los tres sugerí ir a investigar, Arturo creyó que no sería prudente llegar a la casa de unos desconocidos sin una invitación previa pero, para cuando él termino de decir eso yo ya estaba en la puerta del patio tratando de entrar a como diera lugar.

Ahí se encontraban un chavo tocando la batería y una chava tocando el bajo, quienes después conoceríamos por los nombres de Brandon y Jess respectivamente; su reacción al vernos fue como de miedo, jaja, los entiendo, yo también me asustaría si tres chavos extraños llegan a mi casa tratando de brincar una barda.

Después de nuestra peculiar aparición en su patio nos presentamos con ellos, les dijimos que a nosotros también nos apasionaba la música y que si sería posible tocar un canción con ellos, a lo que accedieron rápidamente.

Por suerte tenían unas guitarras extra, Arturo y AB se apoderaron de ellas y comenzamos a tocar una canción que al parecer todos nos sabíamos «Música ligera» de Soda Stereo, un clásico, y ahí fue donde ocurrió la magia.

Mientras cantaba podía sentir el ¨flow¨, como dice Arturo, y es que parecía que hubiéramos tocado juntos desde siempre; nos dimos cuenta de que había una química musical muy grande, así que después de platicarlo un rato decidimos reunirnos la próxima semana para ensayar y ver qué pasaba; para mí fue una semana muy larga pues no podía esperar para tocar juntos otra vez.

Nos repartimos una lista de canciones que cada uno ensayaría por su parte, cuando se llegó el día del ensayo se podía sentir esa magia otra vez; las canciones sonaban genial pero, con un estilo particular, y es que cada uno con personalidades y gustos muy diferentes pero con ese gusto por la música, le daban el toque a esas canciones… era oficial, habíamos formado una banda.

Nuestra primera tocada no tardó mucho en llegar, pues a la semana siguiente de nuestro primer ensayo ya teníamos una invitación para tocar en una explanada, teníamos mucho miedo porque en ese entonces nuestro repertorio era limitado pero, también teníamos toda la actitud y las ganas de tocar y ser escuchados.

Comenzamos a tocar y la respuesta de la gente no se hizo esperar, al parecer les gustaba escuchar lo que a nosotros nos gustaba hacer. Ahí nos dimos cuenta de la conexión que teníamos con el público.

Mientras ellos gritaban «otra, otra», nosotros nos mirábamos y por dentro pensábamos «es que ya no tenemos más», jaja, nos despedimos entre aplausos y con la satisfacción de haber disfrutado ese momento, pues no sabíamos cuando volveríamos a estar frente al público.

Por mi parte tenía la certeza de que eso era lo que yo quería hacer toda mi vida, por que la música es eso, mi vida, y poder compartirla con la gente, me hace sentir vivo.

Continuará…